GASTRONOMIA

sábado, 21 de abril de 2012

EL VINO EN EL QUIJOTE, por Luis M. Moll Juan


El ingenioso hidalgo recorre, a lo largo de la novela, amplias zonas vitivinícolas de La Mancha.
Cervantes descubrió en la submeseta sur el escenario idóneo para las delirantes aventuras de Don Quijote y Sancho. El escritor llevó a sus dos personajes a recorrer La Mancha, la zona de España que acoge la mayor extensión de vides (casi la mitad de las cepas plantadas en nuestro país se encuentran allí). Es por ello, que la ruta que describe Don Quijote es también un recorrido enoturístico rico en variedades y que el Gobierno de la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha ha tratado de promocionar en los últimos años.

La zona comprende nada menos que el 45% del total nacional, aunque su volumen de producción queda muy lejos de ese porcentaje –se reduce a un tercio del vino elaborado en España– por tratarse de unas viñas con una muy baja productividad, que no alcanza los 25 hectolitros por hectárea. Genéricamente los vinos manchegos más tradicionales, aquellos que alegraron el espíritu del mundano Sancho Panza, eran caldos de color fuerte, con mucho cuerpo, afrutados y con una notable graduación alcohólica. Son caracteres que no difieren mucho de los que presentan actualmente.

De todas las zonas vinícolas recorridas por el caballero andante y su fiel escudero, la principal es la acogida a la Denominación de Origen La Mancha. Es la más grande de España (30.700 kilómetros cuadrados) y comprende parte de las provincias de Albacete, Ciudad Real, Cuenca y Toledo. Su producción –muy grande– se orienta principalmente al vino tinto elaborado con las variedades cabernet sauvignon, cencibel, garnacha, merlot y moravia, en detrimento de las blancas que le caracterizaron en otra época. De esta denominación, como una excisión, surgió en 2004, la DO Manchuela.
Valdepeñas, en el centro de la provincia de Ciudad Real, es otra de las denominaciones de origen de la zona más características. Cuenta con mucha historia, mucho vino y con un gran porcentaje dedicado a la exportación a bajo precio porque su imagen está muy por debajo de su calidad. Prácticamente apoya su producción (unas 30.000 hectáreas) en las mismas variedades tintas que La Mancha, pero sobre la tierra de esta denominación –situada a 750 metros de altitud– ofrecen al vino unos matices diferentes.
Entre las denominaciones más clásicas de la zona (en este caso en Murcia) se encuentra también la de Jumilla que ya mantiene notables diferencias con las dos anteriores por encontrarse mucho más cerca de las tierras influidas por la costa mediterránea.

            La principal variedad es la monastrell con un 80% del viñedo y desde donde nacen tintos, rosados, blancos, dulces y vinos de licor y el conocido jumilla monastrell.
Pero la ruta descrita por Don Quijote a lo largo de la novela no sólo comprende las grandes denominaciones de la región manchega y aledañas. Los dos voluminosos tomos de la obra literaria pasan también por otras regiones vinícolas de menor importancia o con denominaciones más jóvenes. Es el caso de la Denominación de Origen Dominio de Valdepusa, reconocida como tal en 2003 y ubicada geográficamente en el norte de la Comunidad manchega, a 50 kilómetros de Toledo, en un pago del Marqués de Griñón, Carlos Falcó.

La DO Mondéjar de la provincia de Guadalajara también forma parte, desde 1997, de esta categoría de caldos únicos vinculados a la tierra.

Una extensión de 3.600 hectáreas son las que ocupa la DO Méntrida (al este de Madrid y al noroeste de la provincia de Toledo) donde la mayor parte de su viñedo se dedica al cultivo de garnacha.
La DO Ribera del Júcar, ubicada en la orilla del río homónimo, en un llano pedregoso y arcilloso donde se cultivan más de nueve mil hectáreas de viñedos que pueden optar a esta denominación a la de La Mancha.

Al sudeste de la provincia de Albacete se encuentra la DO de Almansa, con 7.600 hectáreas de viñedos plantados principalmente con variedades tintas.


De todos modos, Cervantes, en el Quijote, nos deja asombrados como buen entendedor a Sancho en lo referente a temas del vino:


Escupía Sancho a menudo al parecer un cierto género de saliva pegajosa y algo seca; lo cual visto por el caritativo bosqueril escudero dijo:  Paréceme que de lo que hemos hablado se nos pegan al paladar las lenguas, pero yo traigo un despegador pendiente del arzón de mi caballo que es tal como bueno.
Y, levantándose, volvió desde allí a un poco con una gran bota de vino y una empanada de media vara, y no es encarecimiento, porque era de un conejo albar tan grande, que Sancho, al tocarla, entendió ser de algún cabrón, no que de cabrito; lo cual visto por Sancho, dijo:
-¿Y esto trae vuestra merced consigo, señor?
-Pues ¿qué  se pensaba? - respondió el otro- ¿Soy yo por ventura algún escudero de agua y lana? Mejor repuesto traigo yo en las ancas de mi caballo que lleva consigo cuando va de camino un general.
Comió Sancho sin hacerse de rogar, y tragaba a escuras bocados de nudos de suelta, y dijo:
-Vuestra merced si que es escudero fiel y legal, moliente y corriente, magnífico y grande, como lo muestra este banquete, que si no ha venido aquí por arte de encantamiento, parécelo a lo menos, y no como yo, mezquino y malaventurado, que solo traigo en mis alforjas un poco de queso tan duro, que pueden descalabrar con ello a un gigante; a quien hacen compañía cuatro docenas de algarrobas y otras tantas de avellanas y nueces, mercedes a la estrecheza de mi dueño, y a la opinión que tiene y orden que guarda de que los caballeros andantes no se han de mantener y sustentar sino con frutas secas y con yerbas del  campo.
-Por mi fe, hermano –replicó el del Bosque-, que yo no tengo hecho el estómago a tagarninas, ni a piruétanos, ni a raíces de los montes. Allá se lo hayan con sus opiniones y leyes caballerescas nuestros amos, y coman los que ellos mandaren fiambreras traigo, y esta bota colgando del arzón de la silla, por si o por no, y es tan devota mía y quiérola tanto, que pocos ratos se pasan sin que la dé mil besos y mil abrazos.
Y diciendo esto se la puso en las manos de Sancho, el cual, empinándola, puesta a la boca, estuvo mirando a las estrellas un cuarto de hora, y en acabando de beber dejó caer la cabeza a un lado, y dando un gran suspiro dijo:
-¡Oh hideputa, bellaco, y como es católico!
-¿Veis ahí –dijo el del Bosque en hoyendo el hideputa de Sancho– como habéis alabado este vino llamándole “hideputa”?
-Digo –respondió Sancho– que confeso que no es deshonra “hijo de puta” a nadie cuando cae debajo del entendimiento de alabarle. Pero digame, señor, por el siglo de lo que más quiere: ¿este vino es de Ciudad Real?
-¡Bravo mojón! -respondió el del Bosque– En verdad que no es de otra parte y que tiene algunos años de ancianidad.


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