GASTRONOMIA

viernes, 10 de junio de 2011

ALBACETE TRADICIÓN CUCHILLERA, por la Dirección del Museo Municipal de la Cuchillería de Albacete


Fachada del Museo de Cuchillería de Albacete

El porqué Albacete es la ciudad cuna de la cuchillería en España es un enigma aún sin resolver y cuya solución se aventura difícil a la vista de los numerosos estudios ya realizados. La realidad es que Albacete no había sido tierra donde abundasen las materias primas para la confección de navajas y cuchillos. Los aceros vinieron primero de Alicante, más tarde de Inglaterra y posteriormente del País Vasco. Las astas de toro y otros materiales para mangos llegaban desde Valencia, donde se adquirían en las fábricas de peines. El celuloide era alemán, luego vasco y por último, inglés. Por otra parte, no había tampoco importantes saltos de agua para generar electricidad. Por tanto, sobre los orígenes cuchilleros de la ciudad se ha especulado mucho.
           Una de las opiniones más extendidas es la que refiere que los albaceteños heredaron de los musulmanes la confección de armas cortas y cuchillos adornados con unas muy cuidadas filigranas. Es quizá la teoría más plausible. Lo cierto es que ya en el siglo XVI, la confección cuchillera ya había alcanzado cierto renombre en algunas localidades españolas y entre ellas siempre figurará a partir de ahora Albacete, que va a ir adquiriendo más protagonismo en épocas siguientes para asomarse hacia mediados del siglo XIX como, quizá, la primera ciudad del país referente de la tradición cuchillera.
Por lo que respecta particularmente a la navaja, hay que decir que en las primeras referencias a artesanos albaceteños del siglo XVI se habla únicamente de cuchilleros y ya en el siglo siguiente aparecen algunos espaderos. En este siglo ya encontramos un nutrido grupo de artesanos cuchilleros (64 según Martínez del Peral, de ellos una veintena de espaderos) para una población de menos de 5.000 habitantes.
En el XVIII, si bien por los documentos, la actividad cuchillera no parece ser todavía destacada en la ciudad, sí lo es a la vista de las piezas que han llegado hasta hoy. Por lo demás, en el exterior ya se reconoce a Albacete como una de las poblaciones cuchilleras más destacadas de España, junto a Barcelona, Guadix y Mora con al menos 80 artesanos cuchilleros en este momento trabajando en la población concentrados en la calle Zapateros, San Agustín o Feria.
Cuchillo de Albacete (siglo XVIII,)

En el siglo XIX Albacete va a ser ya conocida sin ningún género de dudas como una población eminentemente cuchillera y se coloca en primer lugar de las poblaciones fabricantes de navajas, seguida de Guadix, Sevilla, Mora, Valencia, Jaén o Santa Cruz de Mudela. Sin embargo, la producción sigue siendo totalmente artesana realizando ya algunas navajas más pequeñas, que van a ser las dedicadas a las labores del campo. Ese menor tamaño y envergadura hizo que su uso fuese extendiéndose mucho más y que el incipiente proceso industrial, que se desarrolla bien entrado el siglo XX, se especializase en unos nuevos conceptos muy influenciados por la cuchillería alemana de Solingen y por las dimensiones de la navaja frutera inglesa.
Dos son las características en la transición al siglo XX: de una parte, el mantenimiento de una actividad artesanal alejada de la incipiente mecanización industrial, sin que la instalación de motores comience hasta bien entrada la I Guerra Mundial; de otra, la lucha continua para mantener viva la actividad cuchillera pese a las reiteradas disposiciones normativas restrictivas del uso y fabricación de navajas y, sobre todo, de puñales que van a jalonar todo ese nuevo siglo. Anclada, por tanto, la cuchillería en un sistema de producción artesanal la fábrica como tal no se desarrolla en nuestra ciudad hasta bien entrado el siglo XX y si atendemos a las fotografías de la época, los entornos fabriles del primer tercio más que fábricas no eran sino grandes talleres diferenciados con respecto al resto por su mayor número de obreros y la presencia de algunas máquinas como prensas y amoladoras.
Este primer tercio de siglo se caracteriza por la sucesión de breves periodos de relativa expansión seguidos por otros de aguda crisis. Así, hasta llegar a los años de la II República y la ulterior Guerra Civil, etapa vivida de un modo particularmente significativa en algunas fábricas y talleres, pues la escasez de industrias metalúrgicas favoreció su reconversión en industrias para la guerra. Por otra parte, durante los años treinta y cuarenta surgen con más fuerzas los conceptos de navajas útiles y herramientas. El medio rural comienza a demandar cada vez más la navaja al igual que sucede con la milicia.
Taller de Vicente Muñoz. Año 1955. Cedida por Francisca Muñoz

La actividad cuchillera por excelencia más singular e identificativa de lo que ha sido la realidad de nuestra industria básica se desarrollaba en el taller; ese entorno artesano de reducidas dimensiones que se instalaba, en general, en el interior de las casas de vecinos ocupando los patios interiores, y en lugares que antes habían sido cuadras o gorrineras. En el argot de los fabricantes, a estos espacios se les llamaba ratoneras. Las fábricas que suministraban a los talleres las materias primas, hasta los años treinta, no pasaban de media docena. Desde los años cuarenta se surtieron también de las distintas fornituras. Para cabos y mangos se usaban maderas, celuloides y cuernos de toro y macho cabrío. En las épocas de crisis la escasez de materiales obligaba, tanto a fábricas como a talleres, a reducir la producción e ingeniar mil y una fórmulas para elaborar las navajas, buscando los elementos necesarios en los lugares más inverosímiles: coches desguazados, ballestas de los muelles de suspensión, latas de conservas, palas de las obras públicas o bidones de alquitrán fueron objetos codiciados para la elaboración de hojas, virolas y rebajos. La etapa más paradigmática de esas épocas de crisis comprende los años cuarenta y cincuenta, un momento difícil debido a la escasez de materias primas y a las restricciones eléctricas que fue superado por algunas de esas fábricas despidiendo a buena parte de sus obreros para después facilitar que éstos montaran pequeños talleres, desde los que continuaban trabajando para aquéllas, que además les suministraban maquinaria y fornitura. Una fórmula que permitió que los obreros siguiesen trabajando para la firma, sin que ésta debiera soportar directamente las cargas de nóminas abultadas. En cuanto al número de establecimientos de cuchillería que podían estar activos en estos años encontramos, entre fábricas y talleres, un total de 90 resultando agrupados casi todos ellos en tres grandes distritos: San Francisco, San Ildefonso y Santa Quiteria.
           Entre los años 1958 y 1970, se produjo una etapa de crecimiento de la industria cuchillera local y provincial. En ese periodo, otras 90 fábricas y talleres se añadieron al censo industrial. Los años sesenta fueron unos momentos de relativa expansión de la industria de la navaja, a causa de cuatro factores: el momento de desarrollo económico global del país; una relativa permisividad en cuanto a los controles derivados de la normativa existente sobre el uso y fabricación de la navaja; el apoyo de las ferias nacionales de cuchillería celebradas bajo el paraguas del sindicato del metal y de la obra sindical de artesanía; y la creación, en el otoño de 1964, de la Cooperativa Cuchillera de Albacete.

Navajas de la serie dominó del catálogo de Gómez”, con el siguiente pie de foto: Navajas de la serie dominó del catálogo de Gómez. Año 1974. Donada por Familia Gómez



La década siguiente asistió a un repunte de momentos de crisis económica que supusieron, asimismo, un serio oscurecimiento del sector. Precisamente con la finalidad de luchar contra esta crisis, los cuchilleros se unieron mediante una asociación con los objetivos de definir sus intereses, favorecer el desarrollo de nuevos mercados y defender sus productos. El día 28 de junio de 1977 se constituyó, a tal efecto, la Asociación Provincial de Empresarios de Cuchillería y Afines APRECU. Los años ochenta se iniciaron con la entrada en vigor del Reglamento de Armas de 1981 que sembró la inquietud en la cuchillería al prohibir las navajas automáticas. Este momento fue coincidente con la introducción de las primeras navajas procedentes del sudeste asiático, circunstancia que será una constante a partir de entonces. Por otra parte, conviene destacar que fue también el momento de afianzamiento del polígono industrial Campollano, en donde se instalaron la mayoría de las empresas de cuchillería y afines.
Navaja bandolera. Autor: José Giraldo Losa. Premio Mejor navaja tema libre del año 1983. Colección APRECU. Museo Municipal de la Cuchillería de Albacete

La más reciente historia de la cuchillería de Albacete ha estado indisolublemente unida a la trayectoria de APRECU y algunas de sus realizaciones que más proyección han dado a nuestra industria han sido la creación del concurso literario “Juan José García Carbonell”, la firma de convenios de colaboración para investigación con la Universidad de Castilla-La Mancha, la inauguración del monumento dedicado a los cuchilleros en la plaza del Altozano y la puesta en marcha de la Fundación para el Desarrollo de la Cuchillería FUDECU que ha traído a su vez la Escuela de Cuchillería “Amós Núñez” y el Museo Municipal de la Cuchillería. 
A día de hoy, se mantiene Albacete como ciudad cuchillera por excelencia con un sector preocupado por la competencia asiática y por la ambigüedad e inseguridad jurídica de la aplicación del Reglamento de Armas sobre la tenencia de la navaja legal, una navaja que muchos aspiran a sacar del ámbito del citado reglamento por entender que no puede constituir en modo alguno un arma sino que es simplemente un útil, una herramienta. 

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